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European Civil Protection and Humanitarian Aid Operations

Heridas invisibles: cuidando la salud mental en el conflicto colombiano

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El conflicto colombiano, que supera los 50 años de existencia, ha desplazado a más de 6,4 millones de personas desde 1985 - el segundo país con mayor número de casos de desplazamientos forzados después de Siria. A pesar de las negociaciones de paz en curso entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), muchas regiones (especialmente las rurales) siguen haciendo frente a la violencia generalizada, incluido el abuso sexual y de género.

En 2015, la Comisión Europea ha destinado € 11,4 millones para ayudar a las víctimas colombianas del conflicto armado. Nuestro socio humanitario Médicos del Mundo (Médecins du Monde o MdM en su sigla en francés) apoya a las comunidades colombianas aisladas donde el conflicto aún continúa.

Una de las más recientes " unidades móviles de salud" brindó asistencia a los residentes de la comunidad de Puerto Alvira (municipio de Mapiripán-Meta) al que se puede llegar en barco por el río Guaviare, puerta de entrada a la selva amazónica de Colombia. Mapiripán es también el sitio donde ocurrió una de las peores masacres de civiles en 1997. Unas 50 personas fueron cruelmente asesinadas y la mayoría de los 7 000 habitantes del pueblo huyeron por temor, según defensores de derechos humanos. La comunidad aún se está recuperando, en medio de una violencia permanente y una grave falta de servicios básicos.

Una de las psicólogas de Médicos del Mundo, relató a nuestro Oficial de Información Regional, Hilaire Avril, el impacto de años de conflicto en la población civil, y la importancia de abordar lo que son a menudo heridas invisibles.

Por Hilaire Avril, Oficial de Información Regional para América Latina y el Caribe, ECHO
@ECHO_LatAm

¿Cuál es tu diagnóstico de la situación en Puerto Alvira?

Puerto Alvira se diferencia de otras regiones de Colombia porque aquí conviven dos culturas diferentes: los Sikuani y los colonos. El mayor problema es que la cultura Sikuani no se reconoce con sus costumbres, y esto crea tensiones con los colonos quienes tampoco han recibido ningún tipo de sensibilización que les permita comprender la cultura Sikuani.

Además, a raíz de la masacre de 1997, en la que, según defensores de derechos humanos, unas 50 personas fueron cruelmente asesinadas y la mayoría de los 7 000 habitantes del pueblo huyeron por temor, la mayoría de los residentes llevan una carga emocional que está ahí y que se ha transmitido de generación en generación, de padres a hijos. Es una carga emocional que nunca han sacado por miedo. La comunidad aún se está recuperando, en medio de una violencia permanente y una grave falta de servicios básicos.

Has hablado de heridas invisibles causadas por la violencia, son las personas traumatizadas más propensas a ser violentas con sus propias familias?

Así es. Nosotros los colombianos hemos crecido en un contexto de violencia al punto que la hemos normalizado. Es “normal” que el padre pegue a sus hijos, es “normal” que el padrastro viole a su hijastra, es “normal” todo eso porque ellos han vivido cosas peores. Colombia es un país tan violento, un país que se ha criado tan violentamente, que nos permitimos y nos creemos con el derecho de golpear y corregir porque así lo vimos y muchos de nosotros fuimos educados de esa forma.

¿Qué se puede hacer ante esta situación?

Anatomically correct dolls. Photo credit ECHO/H.Avril2015

Cambiar la mentalidad. Es una tarea ardua y difícil, pero hay que cambiar la mentalidad de esos padres, de esas madres y de esos abuelos para que entiendan que la violencia genera más violencia. Eso es lo que intentamos en estos talleres de Primeros Auxilios Psicológicos en los que se habla de cómo se debería actuar ante una crisis, ante una situación de violencia.

Yo creo que la cuestión más importante es trabajar en el cambio social. Trabajar con líderes, trabajar con la comunidad, paso a paso, sensibilizar a la gente, decirles que lo que están haciendo está mal hecho, pero decírselo de una manera que les conduzca a la reflexión y entiendan así que hay acabar con ese ciclo de violencia.

¿Existen casos de violencia sexual en Puerto Alvira? ¿Cómo se abordan?

Primero hay que identificar los casos y lo hacemos con varios métodos. Por ejemplo, realizamos unas encuestas para diagnosticar varias cosas, entre ellas los muchos casos de violencia sexual. Un 70-80% de las mujeres han tenido algún tipo de abuso desde el psicológico hasta el sexual. Es un porcentaje muy alto.

En el caso de los menores, una de las técnicas que más suelo utilizar para detectar el abuso sexual es el family test. Es un test donde los niños menores de 12 años dibujan a su familia e identifican a los miembros más importantes. El ejercicio nos permite saber no sólo si hubo abuso, sino el tipo de relaciones que existen. Luego, se les pide contar una historia a partir del dibujo y es en ese momento cuando se les muestran las muñecas y se les enseña cuáles son las partes íntimas. Se les explica que nadie las puede tocar y se hace una pequeña explicación sobre temas de su familia y observas sus reacciones: si se ponen tristes, felices, etc. Y ahí llegas a conclusiones…Te cuentan cosas como “no me gusta que mi papá me toque, no me gusta que mi papá o mi mamá haga tal cosa…”.

¿Alguno de los casos te ha marcado de forma especial?

Sí, el de una chiquita de 9 años. Cuando asistió por primera vez a la consulta no había sufrido abuso sexual. Ella vino porque tenía problemas en casa. Por necia o desobediente. Ese día que vino a mi consulta participó en un taller que hice sobre prevención del abuso sexual infantil, hablamos de las partes íntimas, de a quién acudir en caso de necesidad y de forma sencilla y dinámica hablamos de leyes y derechos.

Cinco meses después, ella y su madre vinieron a buscarme. La niña había sido abusada por un muchacho que vivía cerca. La niña me contó con lágrimas en los ojos lo sucedido y me preguntó “¿ahora qué sigue?”. Le dimos apoyo y su madre decidió denunciar, lo cual es algo muy raro porque acá la gente no denuncia. Al final la niña llegó llorando pero se fue con un abrazo y una sonrisa porque sintió el apoyo y eso es fundamental porque si uno se siente rodeado de gente que lo apoya, uno sale adelante. A raíz de esto, a cada nuevo lugar que voy fomento la prevención del abuso sexual infantil.

Niños Sikuani en la clínica. Fotografía ECHO/H.Avril2015